El recientemente fallecido economista Warren Bennis decía que “el liderazgo es la capacidad de transformar la visión en realidad”. La visión -en qué queremos convertirnos en un futuro, sea como persona, sea como entidad, empresa u organización- no es tan importante por lo que dice, sino por lo que permite. Orientar nuestras acciones a conseguir hacer realidad esa visión es lo que nos abre todo un mundo de nuevas posibilidades. El líder es el que tiene la responsabilidad de dedicarse a ese qué, y dejar el cómo para el resto. Se dice que el líder inspira, marca el camino. Se dice que el líder construye futuro.
Vivimos en un entorno que los expertos han denominado VUCA, un entorno volátil, incierto, complejo y ambiguo. El concepto de neurolíder es más urgente que nunca en una economía globalizada en la que la rapidez de los cambios, la inestabilidad y la incertidumbre son constantes.
El desarrollo de la idea de neurolíder se debe a los avances de la neurociencia. Esta ha tenido en estos últimos tiempos un gran desarrollo a raíz de importantes descubrimientos que han cambiado totalmente algunas creencias y paradigmas que parecían inmutables. Los avances sobre la neuroplasticidad del cerebro -el hecho comprobado de que las neuronas y conexiones neuronales sí pueden regenerarse- han abierto la puerta a numerosos estudios clínicos dirigidos a analizar cómo aumentar su capacidad. La neurociencia ha aportado muchas luces en entender mejor porqué y cómo se comportan las personas, cómo toman decisiones y cómo se establecen los compromisos.
Hoy sabemos que un cerebro en equilibrio, balanceado y sano tiene efectos muy positivos sobre el comportamiento, la atención, la toma de decisiones y la efectividad de la persona. Se ha comprobado que personas que tienen una mejor integración cerebral tienen a la vez una estabilidad emocional mayor, una menor ansiedad y están más abiertos a nuevas experiencias. En el estudio del liderazgo, se abre paso con fuerza en estos últimos años el neuroliderazgo, basado en la idea de que un cerebro balanceado es la base para un buen rendimiento y posibilidad de desarrollo de las competencias que caracterizan al líder del siglo XXI.
El neurolíder es consciente del potencial de su cerebro y se esfuerza por obtener de él los mejores resultados. El neuroliderazgo aporta una visión complementaria, introduciendo nuevas competencias como son la necesidad de un equilibrio mente-cuerpo para lograr un funcionamiento saludable del organismo, la curiosidad como el deseo de explorar y aprender, la actitud abierta entendida como una disposición efectiva hacia el pensar en GRANDE y finalmente la intuición, gran aliada en la toma de decisiones en entornos inciertos y ambiguos.